jueves, 18 de octubre de 2012

LAS VENAS ABIERTAS DE AMERICA LATINA

CAPITULO I: LA FIEBRE DEL ORO


El signo de la cruz en las empuñaduras de las espadas
América no solo carecía de nombre. Los noruegos no sabían que la habían descubierto hacia largo tiempo, el propio colon murió, después de sus viajes, todavía convencido de que había llegado al Asia por la espalda.  Cristóbal Colon decidió cruzar los grandes espacios vacíos, había aceptado el desafió de las leyendas. Tempestades terribles jugarían con sus naves, como si fueran cáscaras de nuez, y las arrojarían a las bocas de los monstruos. Solo faltaban mil años para que los fuegos purificadores del juicio final arrasaran el mundo, según creían los hombres del siglo XV, y el mundo era entonces el mar Mediterráneo con sus costas de ambigua proyecciones hacia África y Oriente. En 1492, cuando la bota española se clavo por primera vez en las arenas de las Bahamas, el Almirante creyó que estas islas eran una avanzada de Japón. Una sola bolsa de pimienta valía, en el medioevo, más que la vida de un hombre, pero el oro y la plata eran las llaves que el renacimiento empleaba para abrir las puertas del paraíso en el cielo y las puertas del mercantilismo capitalista en la tierra. Las tierras vírgenes, densas selvas y de peligros, encendían la codicia de los capitanes, los hidalgos caballeros y los soldados en harapos lanzados a la conquista de los espectaculares botines de guerra: creían en la gloria, y en la audacia.
España vivía el tiempo de la reconquista. 1492 no fue solo el año del descubrimiento de América, el nuevo mundo nacido de aquella equivocación de consecuencias grandiosas. Fernando de Aragón e Isabel de Castilla abatieron a comienzos de 1492 el último reducto de la religión musulmana en suelo español. Había costado casi ocho siglos recobrar lo que se había perdido en siete años, y la guerra de la reconquista había agotado el tesoro real. Tres años después del descubrimiento, Cristóbal Colon dirigió en persona la campaña militar contra los indígenas de la dominicana.
Un puñado de caballeros, doscientos infantes y unos cuantos perros especialmente adiestrados para el ataque diezmaron a los indios. Más de quinientos, enviados a España, fueron vendidos como esclavos en Sevilla y murieron miserablemente. Pero algunos teólogos protestaron y la esclavización de los indios fue formalmente prohibida al naces el siglo XVI. América era el vasto imperio del Diablo, de redacción imposible o dudosa, pero la fanática misión contra le herejía de los nativos se confundía con la fiebre que desataba, en las huestes de las conquista, el brillo de los tesoros del Nuevo Mundo.  El espejismo del “cerro que manaba plata” se hizo realidad en 1545, con el descubrimiento de Potosí. Había si oro y plata en grandes cantidades, acumulados en la meseta de México y en el altiplano andino. Hernán Cortes revelo para España en 1519 la fabulosa magnitud del tesoro azteca de Montezuma y quince años después llego a Sevilla el gigantesco rescate, un aposento lleno de oro y dos de plata, que Francisco Pizarro hizo pagar al Inca Atahualpa antes de estrangularlo.
Colon quedo deslumbrado, cuando alcanzo el atolón de San Salvador, por la colorida transparencia del Caribe, el paisaje Verde, la dulzura y la limpieza del aire, los pájaros esplendidos y los mancebos. A los indígenas les mostró las espadas. Ellos no las conocían, las tomaban por el filo y se cortaban. Mientras tanto el Almirante buscaba oro y vide que algunos de los indígenas traían un pedazo colgado en un agujero que tenían en la nariz y por señas pudo entender que yendo al sur o volviendo a la isla por el sur, había un rey que habitaba allí que tenia grandes vasos dello y tenia mucho oro. En su tercer viaje Colón seguía creyendo que andaba por el mar de China cuando entro en las costas de Venezuela; ello no le impidió informar que desde allí se extendía una tierra infinita que subía hacia el Paraíso Terrenal. Con despecho escribía Colón a los reyes, desde Jamaica, en 1502: Cuando lo descubrí las Indias, dije que eran el mayo señorío rico que hay en el mundo. Yo dije del otro, perlas, piedras, preciosas, especias. Nació el mito de Eldorado, el monarca bañado en oro que los indígenas inventaron para alejar a los intrusos: desde Gonzalo Pizarro hasta Walter Raleigh, muchos lo persiguieron en vano por las selvas y las aguas del Amazonas y el Orinoco.

Retornaban los dioses con las armas secretas

Durante su primer viaje había presenciado Cristóbal Colon una formidable erupción volcánica. Fue como un presagio de too lo que vendría después en las inmensas tierras nuevas iban a interrumpir la ruta occidental hacia el Asia. América estaba allí, la conquista se extendió, en oleadas, como una mareada furiosa. Las bulas del Papa habían hecho una apostólica concesión del África a la corona del Portugal, y a la corona de Castilla habían otorgado las tierras “desconocidas”: América había sido donada a la reina Isabel.
El tratado de Tordesillas, suscrito en 1493, permitió a Portugal ocupar territorios más allá de la línea divisora trazada por el Papa, y en 1530 Marín Alfonso de Sousa fundo las primeras poblaciones portuguesas en Brasil, expulsando a los franceses. En 1513, el Pacifico resplandecía ante los ojos de Vasco Núñez de Balboa; en el otoño de 1522, retornaban a España los sobrevivientes de la expedición de Hernando de Magallanes que habían unido por primera vez ambos océanos.
Había de todo entre los indígenas de América: astrónomos y caníbales, ingenieros y salvajes de la edad de piedra. Pero ninguna de las culturas nativas conocía el hierro ni el arado, ni el vidrio ni la pólvora, ni empleaba la rueda.


Como unos puercos hambrientos ansían el oro

A tiros de arcabuz, golpes de espada y soplos de peste, avanzaban los implacables y escasos conquistadores de América. Lo contaron las voces de los vencidos. Después de la matanza de Cholula, Moctezuma envió nuevos emisarios al encuentro de Hernán Cortes, quien avanzo rumbo al valle de México. Los enviados regalaron a los españoles collares de oro y banderas de plumas de quetzal. Los españoles estaban deleitándose. Hubo guerra, y finalmente Cortés, que había perdido Tenochtitlan, la reconquisto en 1521. La ciudad, devastada, incendiada y cubierta de cadáveres, cayó.
Pedro Alvarado y sus hombre se abatieron sobre Guatemala y eran tantos los indios que mataron, que se hizo un río con su sangre, que viene a ser el Olimptepeque.
Antes de que Francisco Pizarro degollara al inca Atahualpa, le arranco un rescate en andas de oro y plata que pesaban más de veinte mil marcos de plata fina y 326.000 escudos de otro finísimos. Después se lanzo sobre Cuzco.

Esplendores del Potosí: el ciclo de la plata

En Potosí la plata levanto templos y palacios, monasterios y garitos, ofreció motivo a la tragedia y a la fiesta, derramo la sangre y el vino, encendió la codicia y desato el despilfarro y la aventura. La espada y la cruz marchaban untas en la conquista y en el despojo colonial. Para arrancar la plata de América, se dieron cita en Potosí los capitanes y los ascetas, los caballeros de lidia y los apóstoles, los soldados y los frailes. Potosí contaba con 120.000 habitantes según el censo de 1573. Solo veintiocho años habían transcurrido desde que la cuidad brotara entre las cenizas y ya tenia la misma cantidad de habitantes que Londres y superaba a Sevilla, Madrid, Roma o París. Hacia 1650 se hizo un nuevo censo adjudicaba a Potosí 160.000 habitantes.
La historia de Potosí no había nacido con los españoles. Tiempo antes de la conquista, el inca Huayna Cápac había oído hablar a sus vasallos del Sumaj Orcko, el cerro hermoso y por fin lo pudo verlo cuando se hizo llevar, enfermo, a las termas de Tarapaya.
En 1545, el indio Huallpa corria tras las huellas de una llama fugitiva y se vio obligado a pasar la noche en el cerro. Para no morirse de frió ,hizo, fuego. La fogata alumbro una hebra blanca y brillante. Era plata pura. Se desencadeno la avalancha española.
Fluyo la riqueza. El emperador Carlos V dio prontas señales de gratitud otorgando a Potosí el titulo de villa imperial.

España tenía la vaca, pero otros tomaban la leche.

Entre 1545 y 1558 se descubrieron las fértiles minas de plata de Potosí, en la actual Bolivia, y las Zacatecas y Guanajuato en México; el proceso de amalgama con mercurio, que hizo posible la explotación de plata de ley más baja, empezó a aplicarse en ese mismo periodo. El rush de la plata eclipso rápidamente a la minería de oro. A mediados del siglo XVII la plata abarcaba más del 99 por ciento de las exportaciones minerales de América hispánica. Entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de Sevilla 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata.
La Corona estaba hipotecada. Cedía por adelantado casi todos los cargamentos de plata a los banqueros alemanes, genoveses, flamenco y españoles. También los impuestos recaudados dentro de España corrían en gran medida esta suerte: en 1543, un 65 por ciento del total de las rentas reales se destinaba al pago de las anualidades de los títulos de deuda.
Carlos V, heredero de los Césares en el Sacro imperio por elección comprada, solo había pasado en España dieciséis de os cuarenta años de su reinado.

La distribución de funciones entre el caballo y el jinete

El saqueo, interno y externo, fue el medio mas importante para la acumulación primitiva de capitales, desde ka Edad Media, hizo posible la aparición de una etapa histórica en la evolución económica mundial
Las colonias americanas habían sido descubiertas, conquistadas y colonizadas dentro del proceso de la expiación del capital comercial. Ni España ni Portugal recibieron los beneficios del arrollador avance del mercantilismo capitalista, aunque fueron sus colonias las que, en media substancial. Proporcionaron oro y la plata que nutrieron esa expansión.
Europa y necesitaba oro y plata. Los medios de pago de circulaciones se multiplicaban sin cesar y era preciso alimentar los movimientos del capitalismo a la hora del parto: los burgueses se apoderaban de las ciudades y fundaban bancos, producían e intercambiaban mercancías, conquistaban mercados nuevos.
Pero no todo el excedente se evadía hacia Europa. La economía colonial también financiaba el despilfarro de los mercaderes, los dueños de las minas y los grandes propietarios de tierras, quien se repartían el usufructo de la mano de obra indígena y negra bajo la mirada celosa y omnipotente de la Corona y su principal asociada, la Iglesia.
Ruinas del Potosí: El ciclo de la plata

Analizando la naturaleza de las relaciones a lo largo de la historia de América Latina como una cadena de subordinaciones sucesivas.
Potosí brinda el ejemplo mas claro de esta caída hacia el vació. Las minas de plata de Guanajuato y Zacatecas, en México, vivieron su auge posteriormente. En los siglos XVI y XVII, el cerro rico de Potosí fue modo u otro, la economía chilena, que le proporcionaba trigo, carne, seca, pieles y vinos; la ganadería y las artesanías de Córdoba y Tucumán.
Aquella sociedad potosina, enferma de ostentación y despilfarro, solo dejo a Bolivia la vaga memoria de sus esplendores, las ruinas de sus iglesias y palacios, y ocho millones de cadáveres de indios
En sus épocas de auge, al promediar el siglo XVII, la ciudad había congregado a muchos pintores y artesanos españoles o criollos o imagineros indígenas que imprimieron su sello al arte colonial americano.
Estas iglesias desvalijadas, cerradas ya en su mayoría, se están viniendo abajo, aplastadas por los años.
Sin embargo, nada pudo hacer el señor de la Vera Cruz contra la decadencia de Potosí. La extenuación de la plata había sido interpretada como castigo divino por las atrocidades y los pecados de los mineros.
Junto con Potosí cayo, Sucre. Esta ciudad del valle, de clima agradable, que antes se había llamado Charcas, La plata y Chuqiosaca sucesivamente, disfruto buena parte de la riqueza que mandaba de las veras del rico cerro de Potosí.
Sucre cuenta todavía con una Torre Eiffel y con sus propios Arcos de Triunfo, y dicen que con las joyas de su Virgen se podría pagar toda la gigantesca deuda externa de Bolivia.
En Potosí y en Sucre solo quedaron vivos los fantasmas de la riqueza muerta. En Chancaca, otra tragedia boliviana, los capitales anglos chilenos agotaron, durante el siglo pasado, vetas de plata más de dos metros de ancho, con una altísima ley; ahora sólo restan las ruinas humeantes de polvo.
Los capitales no se acumulaban, sino que se derrochaban. Se practicaba el viejo dicho: Padre Mercader, Hijo caballero, nieto pordiosero.

El derramamiento de la sangre y de las lágrimas: y sin embargo, el Papa había resuelto que los indios tenían alma

En 1581, Felipe II había afirmado, ante la ausencia de Guadalajara, que ya un tercio de los indígenas de América habían sido aniquilados, y que los que aun Vivian se veía obligados a pagar los tributos por los muertos. El monarca dijo, además, que los indios eran comprados y vendidos.
Aquella violenta marea de codicia, horror y bravura no se abatió sobre estas comarcas sino el precio del genocidio nativo: las investigaciones recientes mejor fundadas atribuyen al México precolombino una población que oscila entre los 25 y 30 millones, y se estima que había una cantidad semejante de indios en la región andina; América Central y las Antillas contaban entre diez y trece millones de habitantes.
Manaba sin cesar el metal de las vetas americanas, y de la corte española llegaban, también sin cesar, ordenanzas que otorgaban una protección de papel y una dignidad de tinta a los indígenas, cuyo trabajo extenuante sustentaba al reino.
En tres centurias, el cerro rico de Potosí quemó, según Josiah Conder, ocho millones de vidas. Los indios eran arrancados de las comunidades agrícolas y arriados, junto con sus mujeres y sus hijos, rumbo al centro.
En la Recopilación de Leyes de Indias no faltan decretos de aquella época estableciendo la igualdad de derechos de los indios y los españoles para explotar las minas y prohibiendo expresamente que se lesionaran los derechos de los nativos.
A fines del siglo XVIII, Concolorcorvo, por cuyas venas corria sangre indígena, renegaba así de los suyos: No negamos que las minas consumen número considerable de indios, pero esto no procede del trabajo que tienen en las minas de plata y azogue, sino del libertinaje en que viven.

La nostalgia peleadora de Tupac Amaru

Cuando los españoles irrumpieron en América, estaban en su apogeo el imperio teocrático de los incas, que extendían su poder sobre lo que hoy llamamos Perú, Bolivia, Ecuador, abarcaban de Colombia y de Chile y llegaban al norte de argentino y la selva brasileña.
Estas sociedades han dejado numerosos testimonios de si grandeza, a pesar de todo el largo tiempo de las devastaciones: monumentos religiosos que nada envidian a las pirámides egipcias.
La Conquista rompió las bases de aquellas civilizaciones. Peores consecuencias que la sangre y el fuego de la guerra tuvo la implantación de una economía minera.

También habían sido asombrosas las respuestas aztecas al desafío de la naturaleza.
Los indígenas eran, como dice Darcy Ribeiro, el combustible del sistema productivo colonial. La esperanza del renacimiento de la dignidad perdida alambraría numerosas sublevaciones indígenas. En 1781, Tupac Amaru puso sitio al Cuzco.
Este cacique mestizo, directo descendiente de los emperadores incas, encabezó el movimiento mesiánico y revolucionario de mayo envergadura.
Tupac fue sometido a suplicio, junto con su esposa, sus hijos y sus principales partidarios, en la plaza del Wacaypata, en el Cuzco. Le cortaron al Lengua.
En 1802, otro cacique descendiente de los incas, Astorpilco, recibió la visitas de Humboldt.
Otros héroes que el tiempo se ocupo de rescatar de la derrota fueron los mexicanos Hidalgo y Morelos.

La semana santa de los indios termina sin resurrección

Hasta la revolución de1952, que devolvió a los indios bolivianos el pisoteado derecho a la dignidad, los pongos comían las sobras de la comida del perro, a cuyo costado dormían, y se hinchaban para dirigir la palabra de cualquier persona de piel blanca.
Los turistas adoraban fotografiar a los indígenas del altiplano vestidos con sus ropas típicas. Pero ignoran que la actual vestimenta indígena fue impuesta por Carlos III a fines del siglo XVIII.
Desterrados en su propia tierra, condenados al éxodo eterno, los indígenas de América Latina fueron empujados hacia las zonas más pobres, las montañas áridas o el fondo de los desiertos, a medida que se extendía la frontera de la civilización dominante.
No se salvan, en nuestros días ni siquiera los indígenas que viven aislados en el fondo de las selvas.
La cacería de indios se ha desatado, en estos últimos años, con furiosa crueldad; la selva mas grande del mundo, gigantesco espacio tropical abierto a la leyenda y a la aventura, se ha convertido, simultáneamente, en el escenario de un nuevo sueño americano.
La sociedad indígena de nuestros días no existe en el vació, fuera del marco general de la economía latinoamericana.
La expropiación de los indígenas ha resultado y resulta simétrica al desprecio racial, que a su vez se alimenta de la objetiva degradación de las civilizaciones rotas por la conquistas.
Villa rica de Ouro Preto: La Potosí de oro
Durante dos siglos a partir del descubrimiento, el suelo de Brasil había negado los metales, tenazmente, a sus propietarios portugueses.
Los Bandeirantes de la región de San Pablo habían atravesado la vasta zona entre la Serra de Mantiqueira y la cabecera del río de Sao Francisco, y hablan advertido que los lechos y los bancos de varios ríos y riachuelos que por allí corrían contenían trazas de oro aluvial en pequeñas cantidades visibles.
A lo largo del siglo XVIII, la producción brasileña del codiciado mineral supero el volumen total del oro que España había extraído de sus colonias durante los dos siglos anteriores.
Salvador de Bahía fue la capital brasileña del prospero ciclo del azúcar en el nordeste, pero la “edad de oro” de Minas Gerais traslado al sur el eje económico y político del país convirtió a Río de Janeiro, puerto de la región, en la nueva capital de Brasil a partir de 1763.
Con frecuencia llegaban a Lisboa quejas y protestas por la vida pecaminosa en Ouro Preto, Sabara, Sao Joao D’el Rei, ribeirao do carmo y todo el turbulento distrito minero. Las fortunas se hacían y se deshacían en un abrir y cerrar de ojos.
Proliferaban, de todos modos, las hermosas iglesias construidas y decoradas en el original estilo barroco característico de la región. Minas atraía a los mejores artesanos de la época.
Los mineros despreciaban el cultivo de tierra y la región padeció epidemias de hambre en plena prosperidad, hacia 1700 y 1713: los millonarios tuvieron que comer gatos, perros, ratas, hormigas y gavilanes.
Los esclavos se llamaban “piezas de indias” cuando eran medios, pesados y embarcados en Luanda; los que sobrevivían a la travesía del océano se convertían, ya en Brasil “en las manos y los pies” del amo blanco.
A mediados del siglo XVIII, ya muchos de los mineros se habían trasladado a la Serra do Frío en busca de diamantes.

Contribución del oro de brasil al progreso de Inglaterra

El oro había empezado a fluir en el preciso momento en que Portugal firmaba el tratado de Metheuen, en 1703, con Inglaterra. Esta fue la coronación de una larga serie de privilegios conseguidos por los comerciantes británicos en Portugal.
Inglaterra y Holanda, campeonas del contrabando de oro y los esclavos, que amasaron grandes fortunas en el tráfico ilegal de carne negra, atrapaban por medios ilícitos, según se estima, más de la mitad del metal que correspondía al impuesto del “quinto real” que debía recibir, de Brasil, la corona portuguesa.
Nada quedó, en suelo brasileño, del impulso dinámico del oro, salvo los templos y las obras de arte. A fines del siglo XVIII, aunque todavía no se había agotado los diamantes, el país estaba postrado.
Solo la explosión de talento había quedado como recuerdo del vértigo del oro, por no mencionar los agujeros de las excavaciones y las pequeñas ciudades abandonadas. Portugal no pudo, tampoco, rescatar otra fuerza creadora que no fuera la revolución estática.
La leyenda asegura que en la iglesia de Nossa Señora de Merces e Misericordia, de Minas Gerais, los mineros muertos celebran todavía misa en la frías noches de lluvia. Cuando el sacerdote se vuelve, alzando las manos desde el altar mayor, se le ven los huesos de la cara.

Capitulo II: El rey azucar y otros monarcas agricolas

Las plantaciones, los latifundios y el destino

La búsqueda del oro y de la plata fue el motor central de la conquista. Pero en su segundo viaje, Cristóbal Colon trajo las primeras raíces de caña de azúcar, desde las islas Canarias, y las plantó en las tierras que hoy ocupa la Republica Dominicana. Una vez sembradas, dieron rápido retoños, para regocijo del almirante. El azúcar que se cultivaba en pequeñas escala en Sicilia y en las islas de Madeira y Cabo Verde y se compraba, a precios altos, en Oriente, era un articulo tan codiciado por los europeos que hasta en los ajuares de las reinas llego a figurar como parte de la dote.
El nordeste era la zona más rica de Brasil y ahora es la más pobre; en Barbados y Haití habitan hormigueros humanos condenados a la miseria; el azúcar se convirtió en la llave maestra del dominio de Cuba por los Estados Unidos, al precio del monocultivo y del empobrecimiento implacable del suelo.

El asesinato de la tierra en el nordeste de Brasil

Las colonias españolas proporcionaban, en primer lugar metales. Muy temprano se habían descubierto los tesoros y las vetas. El azúcar, relegado a un segundo plano, se cultivo en Santo Domingo, luego en Veracruz, mas tarde en la costa peruana y en Cuba.
En cambio, hasta mediados del siglo XVII, Brasil fue el mayor productor mundial de azúcar. La sociedad colonial brasileña, subproducto del azúcar, floreció en Bahía y Pernambuco, hasta que el descubrimiento del oro traslado su núcleo central a Minas Gerais.
Las tierras fueron cedidas por la corona portuguesa, en usufructo, a los primero terratenientes de Brasil. La hazaña de la conquista habría de correr pareja con la organización de la producción.
Cuando los holandeses fueron por fin expulsados de nordeste brasileño, en 1654, ya habían echado bases para que los Barbados se lanzaran a una competencia furiosa y ruidosa. Las exportaciones brasileñas cayeron bruscamente a la mitad, y a la mitad bajaron los precios del azúcar a fines del siglo XVII.
El azúcar había arrasado el nordeste. La franja húmeda del litoral bien regada por las lluvias, tenía un suelo de gran fertilidad, muy rico en humus y sales minerales, cubierto por los bosques desde Bahía hasta Ceará
Pernambuco produce ahora menos de la mita del azúcar que produce el estado de San Pablo, y con rendimientos menores por hectárea; sin embargo, Pernambuco vive del azúcar, y de ella viven sus habitantes densamente concentrados en la zona húmeda, mientras que el estado de San Pablo contiene el centro industrial mas poderoso de América Latina.
En la década de 1950, la industrialización en auge incremento el consumo de azucare d Brasil. La producción nordestina tuvo un gran impulso, pero sin que aumentaran los rendimientos por hectárea.
Ya el azúcar se había prolongado a otras islas, hacia el archipiélago de Sotavento, Jamaica y, en tierras continentales, las Guayanas.
En el otoño de 1791, estalló la revolución. En un solo mes, doscientas plantaciones de caña fueron puestas en llamas; los incendios y los combates se sucedieron sin tregua a medida que los esclavos insurrectos iban empujando a los ejércitos franceses hacia el océano. Haití sufrió también, en carne propia, el bloqueo contra Francia de la coalición internacional: Inglaterra dominaban los mares. Pero luego sufrió el bloqueo de Francia.
La crisis de Haití provoco el auge azucarero de Cuba, que rápidamente se convirtió en la primera proveedora del mundo. A la rebelión haitiana sucedieron los precios más fabulosos de la historia del azúcar en el mercado europeo, y en 1806 ya Cuba había duplicado, a la vez, los ingenios y la productividad.

Castillos de azúcar sobre los suelos quemados de Cuba.

Los ingleses se habían apoderado fugazmente de la Habana en 1762. Por entonces, las pequeñas plantaciones del tabaco y la ganadería eran las bases de la economía rural de la isla.
La sacarocracia alumbró su engañosa fortuna al tiempo que sellaba la dependencia de Cuba, una factoría distinguida cuya economía quedo enferma de diabetes.
Un siglo después, cuando los guerrilleros de la Sierra Maestra conquistaron el poder, Cuba seguía con su destino atado a la cotización del azúcar. El pueblo que confía su subsistencia a un solo producto, se suicida, había profetizado el héroe nacional, José Martí. En 1920, con el azúcar a 22 centavos la libra, Cuba batió el record mundial de exportaciones por habitante, superando incluso a Inglaterra, y tuvo el mayor ingreso de América Latina.
Lo que ocurría con los precios, se repetía con el volumen de las exportaciones. Desde 1948, Cuba recupero su cuota para cubrir la tercera parte del mercado norteamericano del azúcar, a precios inferiores a los que recibían los productos de Estados Unidos, pero más altos y más estables que los del mercado internacional.

La revolución ante la estructura de la impotencia.

La proximidad geográfica y la aparición del azúcar de remolacha, surgida durante guerras napoleónicas, en los campos de Francia y Alemania, convirtieron a Estados Unidos en el cliente principal de las Antillas. Ya en 1850, los estados Unidos dominaban la tercera parte del comercio de Cuba, le vendían y le compraban mas que España, aunque la isla era una colonia española, y la bandera de las barras y las estrellas flameaban en los mástiles de mas de la mitad de los buques que llegaban allí.
La economía de Cuba se movía al ritmo de las zafras. El poder de compra de las exportaciones cubanas entre 1952 y 1956 no superaba el nivel de treinta años atrás, aunque las necesidades de divisas eran mucho mayores.






El azúcar era el cuchillo y el imperio asesino

En el muelle del puerto Guayabal, exporte azúcar a granel, vuelan los alcatraces sobre un galpón gigantesco. Entro y contemplo, atónito, por debajo, para que las tolvas conduzcan el cargamento, sin embolsar hacia los buques, la rajadura del techo va dejando caer nuevos chorros de oro, azúcar recién transportada desde los molinos de los ingenios.
Grandes progresos se han realizado en la mecanización del corte y el alza de la caña, en buena medida en base a las invenciones cubanas, aunque todavía resulta insuficiente.
Los cubanos se fueron radicalizando junto con su revolución, a medidia que sucedían desafíos y las respuestas, los golpes y los contragolpes entre La Habana y Washington, y a medida que se iban convirtiendo en hechos concretos las promesas de justicia social.
Cuba esta obligada a dormir con los ojos abiertos, y también eso resulta, en términos económicos, muy caro.
Los expropiadores expropiados no se resignan. En abril de 1961, la brigada que desembarco en Playa Girón no estaba formada solamente por los viejos militares y policías de Batista, sino también por los dueños de mas de 370 mil hectáreas de tierra, casi 10 mil inmuebles, setenta fabricas, diez centrales azucareros, tres bancos, cinco minas y doce cabarets.

Gracias al sacrificio de los esclavos en el Caribe, nacieron la maquina de James Watt y los cañones de Washington.

Las tribus de África occidental vivían peleando entre sí, para aumentar, con los prisioneros de guerra, sus reservas de esclavos. Pertenecían a los dominios coloniales de Portugal, pero los portugueses no tenían naves ni artículos industriales que ofrecer en la época de auge de la trata de negros, y se convirtieron en meros intermediarios entre los capitanes negreros de otras potencias y los reyezuelos africanos.
Allá por 1562, el capitán John Hawkins había arrancado trescientos negros de contrabando de la Guinea portuguesa. El transporte de esclavos elevó a Bristol, sede de astilleros, al rango de segunda ciudad de Inglaterra, y convirtió a Liverpool en el mayor puesto del mundo.
Los fardos que sobrevivían al hambre, las enfermedades y el hacinamiento de la travesía, eran exhibidos en andrajos, pura piel y huesos, en la plaza pública, luego de desfilar por las calles coloniales al son de las gaitas.

El arco iris es la ruta del retorno a Guinea.

La abundancia de alimentos de Palmares contrarrestaba con las penurias que, en plena prosperidad, padecían las zonas azucareras del litoral. Los esclavos que habían conquistado la libertad la defendían con habilidad y coraje porque compartía sus frutos: la propiedad de la tierra era comunitaria y no circulaba el dinero en el estado negro.
También en Cuba se sucederían las sublevaciones. Algunos esclavos se suicidaban en grupo; burlaban al amo con su huelga eterna y su inacabable cimarronearía por el otro mundo.
Los dioses africanos continuaban vivos entre los esclavos de América como vivas continuaban, alimentadas por la nostalgia, las leyendas y los mitos de las patrias perdidas.
El dios de los parias no es siempre el mismo que el dios del sistema que los hacen parias. Aunque la religión católica abarca, en la información oficial, el 94 por ciento de la población de Brasil, en la realidad la población negra conserva vivas sus tradiciones África y viva perpetua su fe religiosa, a menudo camuflada tras las figuras sagradas del cristianismo.

La venta de campesinos.

En 1888 se abolió la esclavitud en Brasil. El trabajo esclavo de los nordestitos esta abierto, ahora, la gran carretera transamazonica, que cortara Brasil en dos, penetrando la selva hasta la frontera con Bolivia. Cada campesino recibirá 10 hectáreas de superficie, si sobrevive a las fiebres tropicales de la floresta.

El ciclo del caucho: Caruso inaugura un teatro monumental en medio de la selva.

Algunos autores estiman que no menos de medio millón de nordestitos sucumbieron a las epidemias, el paludismo, la tuberculosis o el beriberi en la época del auge de la goma.
No solo la fiebre; también aguardaba, en la selva, un régimen de trabajo bastante parecido a la esclavitud.
La mayor parte de la producción de caucho provenía por entonces del territorio del Acre, que Brasil había arrancado a Bolivia al cabo de una fulminante campaña militar.
Conquistado al Acre, Brasil disponía de la casi totalidad de las reservas mundiales de goma; la cotización internacional estaba en la cima y los buenos tiempos parecían infinitos.
En 1913 de un solo golpe el desastre se abatió sobre el caucho brasileño. El precio mundial, que había alcanzado los doce chelines tres años atrás, se redujo a la cuarta parte.

Los plantadores de cacao encendían sus cigarros con billetes de quinientos mil Reis.

Venezuela se identifico con el cacao, planta originaria de América, durante largo tiempo. Los oligarcas del cacao, mas los usureros y los comellanos, formando parte de su cortejo, coexistían la ganadería de los llanos, el añil, el azúcar, el tabaco y también algunas minas.
En las últimas décadas del siglo XIX, se desato, la glotonería de los europeos y los norteamericanos por el chocolate. El progreso de la industria dio un gran impulso a las plantaciones de cacao en Brasil y estimulo la producción de las viejas plantaciones de Venezuela y Ecuador.



Brasil disfruto un buen tiempo de los favores del mercado internacional. No obstante, desde el pique encontró en África serios competidores.


Brazos baratos para el algodón.

Brasil ocupa el cuarto lugar en el mundo como producto de algodón; México, el quinto. En conjunto, de América Latina proviene más de la quinta parte del algodón que la industria textil consume en el planeta entero.
Los excelentes agrícolas norteamericanos son el resultado de los fuertes subsidios que el estado otorga a los productores.
El algodón latinoamericano continúa vivo en el comercio mundial, mal que bien, gracias a sus bajísimos costos de producción. Incluso las cifras oficiales, mascaras de la realidad, delatan el miserable nivel de retribución del trabajo.
En la actualidad, Anderson Clayton es la principal firma exportadora de café de Brasil. En 1950 se intereso por el negocio.

Brazos baratos para el café.

Hay quienes aseguran que el café resulta tan casi importante como el petróleo en el mercado internacional. A principios de la década del cincuenta, América Latina abastecía las cuatro quintas partes del café robusta, de África de peor calidad pero de precio bajo.
El café había traído consigo la inflación a Brasil; entre 1824 y 1854, el precio de un hombre se multiplico por dos. Ni el algodón del norte ni el azúcar del nordeste, agotados ya los ciclos de la prosperidad, podían pagar aquellos caros esclavos.
En los años prósperos que siguieron a la primera guerra mundial, la voracidad de los cafetaleros determino la virtual abolición del sistema que permitía a los trabajadores de las plantaciones cultivar alimentos por cuenta propia.
En Guatemala las plantaciones de café pagan aún menos que las de algodón.
En Colombia, territorio de vertinentes, el café disfruta de la hegemonía. Según un informe publicado por la revista time en 1962, los trabajadores solo reciben el cinco porciento, a través de los salarios, del precio total que el café obtiene en su viaje desde la mata a los labios del consumidor norteamericano.

La cotización del café arroja al fuego las cosechas y marca el ritmo.

En 1889 el café valía 2 centavos y seis años después había subido a nueve; tres años después había bajado a cuatro centavos y cinco años después a dos.
Si la cosecha de 1964 se hubiera vendido, en el mercado norteamericano, a los precios de 1955, Brasil hubiera recibido doscientos millones de dólares más. El café beneficia mucho más a quienes lo consumen que a quienes lo producen.
Pero el auge de los precios no tiene mejores consecuencias. Desencadenada grandes siembras, un crecimiento de producción, una multiplicación del área destinada al cultivo del producto afortunado.

Diez años que desangrados a Colombia.

La violencia había empezado como un enfrentamiento entre liberales y conservadores, pero la dinámica del odio de clases fue acentuando cada vez más su carácter de lucha social.
Y en definitiva, el terror indiscriminado había aparecido también, mezclado con las reivindicaciones de justicia, en la revolución mexicana de Emiliano Zapata y Pancho Villa. El café no trajo consigo la felicidad y la armonía, como había profetizado Nieto Arteta. Es verdad que gracias al café se activo la navegación del Magdalena y nacieron líneas de ferrocarril y carreteras y se acumularon en capitales que dieron origen a ciertas industrias.

La varita mágica del mercado mundial despierta a Centroamérica.

Las tierras de la franja centroamericana llegaron a la mitad del siglo pasado sin que se les hubiera infligido mayores molestias. Además de los alimentos destinados al consumo, de América Central producían la grana, y el añil, con pocos capitales, escasa mano de obra y preocupaciones mínimas.
Treinta años después de esta victoria de los laboratorios sobre la naturaleza, llego el turno del café. Centroamérica se transformo. De sus plantaciones recién nacidas provenía, hacia 1880, poco menos de la sexta parte de la producción del café. Como en todas partes, el cultivo de café desalentó, en su expansión sin frenos, la agricultura de alimentos destinados al mercado interno.
Desde principios de siglo aparecieron, en Honduras, Guatemala y Costa Rica, los enclaves bananeros. Para trasladar el café a los puertos, habían nacido ya algunas líneas de ferrocarril financiadas por el capital nacional.

Los filibusteros al abordaje.

En la concepción geopolítica del imperialismo, América Central no es más que un apéndice natural de los Estados Unidos.
A mediados del siglo pasado, el filibustero William Walter, que operaba en nombre de los banqueros Morgan y Garrison, invadió Centroamérica al frente de una banda de asesinos que se llamaban a si mismos.
A su regreso fue recibido en los Estados Unidos como un héroe nacional. Desde entonces se sucedieron las invasiones, las intervenciones, los bombardeos, los empréstitos obligatorios y los tratados firmados al pie de cañon.
Las tierras quedaban tan exhaustas como los trabajadores: a las tierras les robaban el humus y a los trabajadores los pulmones, pero siempre había nuevas tierras para explotar y mas trabajadores para exterminar.






La crisis de los años treinta: Es un crimen más grande matar una hormiga que un hombre.

El café dependía del mercado norteamericano, de su capacidad de consumo y de sus precios; las bananas eran un negocio norteamericano y para norteamericanos.
La epopeya de Augusto Cesar Sandino conmovía al mundo. La larga lucha del jefe guerrillero de Nicaragua había derivado a la reivindicación de la tierra y levantaba en vilo la ira campesina.
También en El Salvador estallaron las tensiones como consecuencia de la crisis. Casi la mitad de los obreros bananeros de Honduras eran salvadoreños y muchos fueron obligados a retornar a su país.
Como todos los tiranos del Caribe, Ubico se creía Napoleón. Vivía rodeado de bustos y cuadros del Emperador, que tenia, según el, su mismo perfil.

¿Quién desato la violencia en Guatemala?

En 1944, Ubico cayo de su pedestal, barrido por los vientos de una revolución de sello liberal que encabezaron algunos jóvenes oficiales y universitarios de la clase media.
La reforma agraria se proponía desarrollar la economía capitalista campesina y la economía capitalista de la agricultura en general, pero una furiosa campaña de propaganda internacional se desencadeno contra Guatemala.
La caída de Arbenz marco a fuego la historia posterior del país. La misma fuerza que bombardearon la ciudad de Guatemala, Puerto Barrios y el puerto de San José al atardecer del 18 de junio de 1954, esta hoy en el poder. Todo a lo largo del tiempo del desprecio y de la cólera inaugurada en 1954, la violencia ha sido y sigue siendo una transpiración natural de Guatemala.

La primera reforma agraria de América Latina: Un siglo y medio de derrotas para José Artigas.

A cargar de lanza o golpes de machete, habían sido los desposeídos quienes realmente pelearon, cuando despuntaba el siglo XIX, contra el poder español en los campos de América. En México, Hidalgo y Morelos habían caído derrotado tiempo antes y transcurriría un siglo antes de que rebrotaran los frutos de su predica por la emancipación de los humildes y la reconquista de las tierras usurpadas.
Al sur, José Artigas encarno la revolución agraria. Este caudillo, con tanta saña calumniada y tan desfigurada por la historia oficial, encabezo las masas populares de los territorios que hoy ocupan Uruguay y las provincias argentinas de Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, y Córdoba, en el ciclo heroico de 1811 a 1820. Las rentas y las ganancias de los capitalistas ganaderos suman no menos de 75 millones de dólares por año en la actualidad.





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